jueves, 29 de octubre de 2015

CUENTO EL TIO LOBO Y EL SOBRINO CONEJO

CUENTO



El tío lobo y el sobrino conejo

Había una granja bien cultivada de un campesino honesto, quien notó que las legumbres de su huerto estaban en ruina, es decir, destrozadas las hojas de lechuga, de coles y nabos. Cierto día, el hortelano trató de investigar el motivo del daño. Hizo su escondite en un lugar frondoso de la finca y, armando una trampa, consiguió tomar
prisionero al sobrino conejo. El hortelano, lleno de cólera, amarró por las patas al conejo y, sujetándolo contra un árbol, partió a caldear un chuzo para sancionar al animal.

El conejo, que esperaba este severo se asoma su tío lobo, quien, curioso, le pregunta por su suerte.

El astuto conejo le contesta:
—¡Ah, tío!... me amarraron para que asista a un fiesta en donde habrá baile, salchicha
y buen vino, pero como a mí esas cosas no me gustan, prefiero que me cojan preso.
—¡Qué tonto eres, sobrino! — contestó el lobo. —Yo, que ando sin comer, iría gustoso a ese banquete.
—¡Qué bien! —dijo el conejo. —Sabía que te gustaba y por eso te dedico este regalo…
Bueno, záfame estos amarres y acéptame el brindis de familia.
El lobo no se dejó esperar. Abrió el cordel y puso en libertad al conejo. Luego el conejo amarró con la misma piola a su tío.
—Gracias, lobito bobito —dijo el conejo y, sonriendo se despidió deseándole una buena fiesta. Minutos después llegó el hortelano con el fierro caldeado y dijo:
—Ah, ¿tú eres el conejo? ¡Ahora, friégate por pendejo!
El fuego lacró las piernas de tío lobo. Los alaridos funestos podían oírse hasta el
lugar donde reía a mandíbula batiente su sobrino. El hortelano dio la libertad al lobo
y le aconsejó no volver por ese lugar.
El lobo juró vengarse de su sobrinoy, patojeando, siguió sus huellas hasta que le encontró sobre una colina. El lobo díjose “Ahora no te
—¡Tío lobo! ¡Tío lobo! Aquí tengo una sorpresa para Ud. El incrédulo lobo guardó silencio y no hizo caso. Pero el conejo le mostró desde la altura una piedra que había envuelto con piel de borrego. No dejó de tentarle al lobo tal oferta.
—Bueno, —dijo el lobo. —Si es así, dámela y te perdono.
El conejo dijo:
—Allí va, tío lobo.
Y la soltó desde la altura. El atado, que venía rodando por el plano inclinado, tomaba
velocidad. El lobo, que se aprestaba a cogerlo, sufrió un golpe atroz, y murió de contado.

En esta forma el conejo libró su pellejo y hoy vive lleno de alegría en los páramos de la Sierra andina.







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