Se dice que el llamado Juan el
Oso se había casado con la hija del Inca. Su suegro poseía una
Gran cantidad de oro y, en señal
de ello, acostumbraba llevar puesto, en uno de los dedos de
Su mano derecha un anillo de oro
macizo.
Un día, el así llamado Juan el
Oso, dijo a su mujer:
_ Tu padre tiene un anillo de oro
puro. Yo quiero tener ese anillo.
Bien mandada fue la esposa de
Juan el Oso a pedirle a su padre, el
Inca, que le diera el ansiado
Anillo.
El Inca se negó, no quería entregarle
el anillo a su yerno porque era muy ambicioso. El Inca
Temeroso de que Juan el Oso le robara el
anillo, lo cuidaba celosamente. Tanto así, que cuando
Dormía lo guardaba en su boca.
Juan el Oso no había dejado de
ambicionar el anillo de su suegro y tramó un plan para quitárselo.
Un día se encontró con un ratón y
le dijo:
_ Mi suegro está ahí durmiendo,
con el anillo en la boca. Métele el rabo en la nariz y muévele,
Haciéndole cosquillas. ¡Ve ¡
El ratón hizo todo lo que Juan el
Oso le pidió.
_ ¡Uuuuaau, uuuaaauuuglla! _ estornudó el suegro de
Juan el Oso, arrojando
Lejos el anillo y vomitando
absolutamente todo. El ratón cogió el anillo y se lo dio a Juan el oso.
_ ¿Qué ha sucedido?
_ dijo el inca, terriblemente enojado.
Entonces el
Inca cogió todo el oro que tenía y se fue a los cerros Llanganates y los ocultó ahí Desde entonces,
nosotros ignoramos el lugar donde está el oro. Si Juan el Oso no se hubiera Robado el anillo de su suegro,
ahorita tendríamos oro en abundancia. De
todas maneras, sabemos
Que el tesoro está oculto en los Llanganates.
¡Vamos a buscarlo!
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